"HEREJES DE DUNE" Frank Herbert

 


"La imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad." (Lewis Carroll)

 

Toda criatura racional, con un mínimo de inteligencia, que lleve ya cierto tiempo deambulando por este mundo, habrá terminado por interiorizar que, a la larga y por duro que resulte, no hay mejor maestro que el dolor.

Cuando superamos, aunque sea parcialmente, algún acontecimiento o situación desestabilizante en nuestras vidas, normalmente, siempre salimos de ese agujero más sabios e incluso más fuertes.

En algunas ocasiones y dependiendo de la naturaleza intrínseca de cada uno de nosotros, de dicho escollo vital podemos emerger incluso con alguna nueva habilidad, o con una destreza que tal vez teníamos latente, pero de la que en ese momento nos hemos vuelto plenamente conscientes, por ejemplo, la habilidad de crear; el poder de engendrar algo de la nada solo con nuestra mente. 

Quizás pudo ser eso mismo lo que le pasó al escritor estadounidense Frank Herbert cuando, con apenas dieciocho años se marchó a vivir a casa de sus tíos dejando atrás un conflictivo entorno familiar marcado por la gran depresión. Es fácil (y romántico) pensar que la tensión, la ansiedad o el aislamiento social que siempre subyace a toda situación de pobreza o dificultad económica pudieron haber sido el caldo de cultivo idóneo para que germinase ese “creador” que, únicamente con su imaginación, delineo el inabarcable universo de la saga “Dune”.

Sea como fuere, esta quinta entrega de la mítica space opera viene a evidenciar una vez más que Herbert, partiendo siempre de una capacidad imaginativa verdaderamente desbordante, consigue trazar al milímetro un verdadero “universo propio” vasto, profundo, complejo y totalmente coherente. Una auténtica “realidad paracósmica” en la que el lector experimenta casi la necesidad vital de sumergirse una y otra vez.

Aunque no alcance el sublime equilibrio entre intensidad y profundidad del primer título de la saga, “Herejes de Dune” sí que recupera parte de esa narrativa descriptiva, pero al mismo tiempo fluida, de la que, por momentos, parecía adolecer el anterior “Dios emperador de Dune”. Y es que, en esta ocasión, el texto consigue equilibrar mejor los entresijos de las intrigas políticas con sus alianzas y traiciones, las intensas, aunque breves escenas de acción y esa omnipresente densidad filosófica que conforma la columna vertebral de toda la saga.

Como viene siendo habitual en la serie, el libro adquiere por momentos la forma de una “space opera” de manual; relato coral de narración múltiple, cuyas tramas acontecen al mismo tiempo y en diferentes planetas. Un hecho que propicia el que la historia eluda los maniqueísmos; en ocasiones cuesta establecer "buenos" y "malos" entre la Bene Gesserit, la Bene Tleilax, Las Honoradas Matres, los sacerdotes de Rakis o los miembros de la dispersión.

A pesar de no contar ya con el carismático Leto Atreides II, Herejes nos ofrece igualmente un abanico de nuevos personajes sólidos y muy bien definidos que consiguen seguir despertando interés; el trío de lúcidas brujas conformado por Taraza, Odrade y Lucilla, el viejo sabio Miles Teg, el enigmático Tylwyth Waff, la poderosa Murbella y, sobretodo, los jóvenes Duncan Idaho y Sheeana; la niña capaz de controlar a los gusanos de arena.

Sin duda alguna, pienso que la fascinación que siguen suscitando sus nuevas criaturas, viene marcada por otra de las particularidades de la pluma de Herbert; la sólida dimensión psicológica que consigue insuflarle a todas y cada una de sus creaciones. Por momentos el escritor logra que al lector le importe más lo que los personajes omiten, que lo que dicen realmente. Obligándole a sumergirse de este modo en unos diálogos interiores que llegan a transformarse en el leitmotiv de esta épica narración.

Es más que probable que toda la profundidad y la complejidad que provoca que el universo creado por Herbert se asemeje por momentos a una realidad casi tangible, venga marcada a su vez por los amplios conocimientos en filosofía, en ciencia, en historia y en religiones antiguas. que posee el escritor, una sabiduría que sigue utilizando como referentes con los que dar forma a sus personajes; Nietzsche y su übermensch (o superhombre) a la hora de crear al guerrero mentat y brujo Miles Teg, el legendario samurái errante Miyamoto Mushashi para definir al disciplinado, rebelde y luchador Duncan Idaho, los preceptos del tantra para dispensar hondura a la imprimadora sexual Lucilla y a la maestra del éxtasis Murbella o los antiguos chamanes mesoamericanos para concretar a la niña capaz de interactuar con los hermosos y terroríficos gusanos.

En esencia y a pesar de algún leve altibajo, podríamos catalogar a “Herejes de Dune” como otro logro narrativo de un gran escritor, de un artista o “creador” cuyas habilidades surgieron, quizás, bajo la tutela de ese implacable y necesario maestro al que denominamos: Dolor.

 

Sheeana por Dennis Maznev

 

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